Todas las grandes potencias que intervinieron en el conflicto utilizaron este tipo de navíos, a excepción de la Alemania nazi. Pero que no llegase a entrar en combate no quiere decir que Alemania no hubiera construido ninguno. Su nombre fue el KMS Graf Zeppelin y aunque se inició en diciembre de 1938 nunca estuvo completado.


Ni un solo portaaviones alemán tomó parte en batalla naval alguna durante la Segunda Guerra Mundial. Todas las grandes potencias que intervinieron en el conflicto utilizaron este tipo de navíos, a excepción de la Alemania nazi. Pero que no llegase a entrar en combate no quiere decir que Alemania no hubiera construido ninguno.

Hitler puso en combate cientos de U-Boats, acorazados, cruceros y destructores, pero en sus planes también entraba construir un total de cuatro portaaviones, y uno de ellos estuvo muy cerca de ser terminado.

Su nombre fue el KMS Graf Zeppelin y aunque se inició en diciembre de 1938, casi un año antes del comienzo de la guerra, nunca estuvo totalmente completado. Retrasos en la construcción, la falta de aeronaves, y amargas controversias entre Herman Goering, comandante de la Luftwaffe, asegurando que el buque estaba condenado a convertirse en chatarra, y la Armada, que defendía su construcción, hicieron que el proyecto no se finalizase.


Hitler ya había prometido a la Marina alemana (la Kriegsmarine) un portaaviones en 1935, pero no fue hasta finales de 1936 cuando se comenzó con la construcción del primero de los cuatro que Alemania pensaba fabricar en nueve años. El ambicioso programa de fabricación de este tipo de navíos fue llamado Plan Z, al cargo del cual estaba el Gran Almirante Erich Raeder. En una revisión del plan de 1939 el número de buques a construir se reduciría a solamente dos. Sería la primera decepción del Plan Z, pero no la única.

El 28 de diciembre de 1936, veinte días después del lanzamiento del Gneisenau, fue puesta la quilla en la Rampa I del astillero de Kiel y dos años después, el 8 de diciembre de 1938, todavía sin terminar el Graf Zeppelin fue botado.
El buque contaba con 4 turbinas a vapor con una potencia total de 200.000 HP. Tenía 262.5 metros de eslora 31.5 metros de manga. La cubierta de vuelo medía 244 metros y utilizaba dos catapultas de aire comprimido que permitirían poner en el aire 8 aviones en 3,5 minutos. Para que todo funcionara haría falta una tripulación de 1760 personas.
Aunque en comparación con los grandes portaviones norteamericanos de la clase Essex su tamaño era discreto, el proyecto ilusionaba enormemente a la Kriegsmarine.


La actitud de Hitler hacia el proyecto fue, en cambio, vacilante y nunca contó con su apoyo pleno. Además existía un detractor de enorme peso, Goering, que veía con malos ojos cualquier incursión sobre su autoridad como jefe de la fuerza aérea del país. No le gustaba la idea de que la Kriegsmarine poseyera aviones propios que escapasen a su control.


No obstante Hitler había ordenado a Goering desarrollar aviones para el barco. La respuesta de este sería ofrecer versiones rediseñadas del ya entonces anticuado bombardero Stuka JU-87 y del caza Messerschmitt 109. Ambos aeroplanos distaban mucho de ser adecuados para despegar y aterrizar en un portaaviones e incluso después de varias modificaciones los aparatos eran claramente inferiores a los que poseían los aliados. Por si fuera poco, para asegurarse un mayor retraso en la conclusión del portaaviones, Goering informó a Hitler que estos aviones no estarían listos hasta finales de 1944.



Al comenzar la guerra, el Graf Zeppelin estaba terminado en un 85%. Las primeras pruebas de mar se esperaba que pudieran realizarse a finales de 1940 y comienzos de 1941. Pero súbitamente, la Kriegsmarine dio prioridad a la construcción de submarinos y demás buques de guerra y el proyecto se retrasó, pues el portaaviones fue puesto en el último nivel de prioridad en la escala de construcciones. La construcción de un segundo navío fue, porsupuesto, descartada.

El 6 de julio de 1940 el Graf Zeppelin fue remolcado a Gotenhafen para mantenerlo alejado de la amenaza aérea, sirviendo como almacén de madera para la Kriegsmarine.


En el transcurso de la guerra, la importancia del portaaviones y la aviación embarcada se hizo evidente. Es por eso que en mayo de 1942 se cursaron las órdenes para reanudar la construcción del buque, que además debía sufrir nuevas modificaciones estructurales que aumentarían el peso. El Graf Zeppelín fue remolcado de Gotenhafen al astillero de Kiel, donde había nacido 4 años atrás, el 30 de noviembre de 1942, pero dos meses después llegó la orden del Führer que ordenaba la suspensión de la construcción de todas las naves mayores para aprovechar toda la capacidad de sus astilleros con el fin de producir submarinos, destructores y lanchas torpederas. De nuevo otros barcos se llevaban los escasos recursos, un golpe del que el Graf Zeppelin nunca se repondría, jamás sería completado.

Con la guerra dando sus últimos coletazos, en abril de 1945 y con el portaaviones anclado en Stettin (en la actual Polonia), el capitán Wolfgang Kähler dió la orden de volar el buque para evitar que cayera en manos soviéticas. A los especialistas de la marina soviética les llevó un año el poder reflotar el buque y remolcarlo a Swinemünde. Las cubiertas fueron cargadas con enormes cantidades de bienes producto de los saqueos y puesto rumbo a la URSS.
La apacible vida del portaaviones terminó en 1947, sin que se sepa a ciencia cierta cómo, pues unas versiones apuntan a que fue hundido en unos ejercicios militares de la marina soviética durante los cuales sirvió de blanco, mientras que otras defienden que se hundió tras chocar contra una mina.
En cualquier caso el coloso nazi ha permanecido olvidado bajo las aguas del mar Báltico durante 60 años. En 2006 expertos de la marina polaca lo hallaron hundido a 90 metros de profundidad.



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